lunes, 30 de junio de 2008



Apuntes sobre la exposicón ENCLAVE MORSE de Christian Quijada.
Sala SAM junio 2008.

Quisiera referirme a la exposición Enclave Morse que el artista Christian Quijada está presentando en la sala SAM, en el Instituto Chileno Norteamericano de Cultura. La muestra curada por Gonzalo Pedraza responde a una investigación sostenida desde al menos otras dos instancias o exposiciones precedentes.

Desde acá, la obra deja ver la insistencia y dirección de la obsesiones del autor como un claro intento de interpelar el propio ejercicio artístico aludiendo a la pintura, que como todo lenguaje, se constituye a través de la interrelacion de sus propios códigos.Desde una nueva operación de codificación, el artista traduce en clave morse algunos pasajes del tratado de pintura de Alberti, articulando los elementos básicos del dibujo (línea y punto) que son también constituyentes del lenguaje morse.

A partir de esto, el artista parece fabricar una nueva distancia o barrera de interpretación al especatdor, sin embargo pone en evidencia justamente aquella distancia de decodificación de una obra visual, devolviéndola con la carga de otro lenguaje esta vez articulado en la inclusión de un nuevo sentido de percepción; el oído.

Desde el momento de ingresar a la sala, nos recibe una incesante suma de murmullos, provenientes de doce pantallas dispuestas en un panel de manera frontal, donde aparece un sujeto (el propio artista) generando estos ruidos a partir de diversos medios tales como, un globo, un secador de pelo, un spray, etc. Estas piezas audiovisuales siguen un ritmo que nos parecen en una primera instancia absolutamente inteligibles. Cruzando ya este panel que a su vez produce el efecto de dividir el espacio de la sala en dos, se nos presenta una proyeccción en la cara inversa del mismo (panel), rodeado de la intervención del total del muro que lo circunscrive con la representación ahora picórica y monocroma (negro sobre negro) de aparentemente el mismo extracto textual en clave morse.

Me interesa mucho dilucidar el momento experiencial de sentarse a ver lo que esta proyección propone en el contexto total de la muestra, (digo esto ya que la pieza audiovisual responde a un registro de otra obra presentada en el museo de arte contemporáneo). Desde mis propios preceptos la pieza audiovisual capturó mi total atención, generando una especie de “enclave” visual, un trance audio y visual. Me mantuve por más de 15 minutos frente a la proyección en cuestión, entendiendo que aquella composición que ahora se presentaba musical (interpretada por una filarmonica universitaria) aún llegando a mis oídos de forma abstracta, contiene un signifcado linguístico lineal, y que sólo haría falta eventualmente conocer los códigos del lenguaje morse para leer-oír lo que ahí se dice con majadera insistencia.

Advertir esta propia imposibilidad frente a un lenguaje que resuena constante y por momentos abrumadoramente en la retina y en los oídos, pone en cuestión la discontinuidad existente entre el sonido versus la imagen como dos lenguajes que aunque las aprendimos y aprehendimos en forma conjunta, son exraordianramente distintos.

Hace unos días vi en la TV en el programa del doctor Vidal una paciente que llamó mucho mi atención, ella había nacido sorda y después de 15 años le realizaron una intervención donde le disponían un dispositivo electrónico que le permitió oír por primera vez. Pero la operación de escuchar distaba mucho después de ese día, ella debía recién aprender el lenguaje de los sonidos, que para ella no tenían hasta ese momento ninguna relación con el ver. Comenzaba de esta manera recién a formar y conformar el archivo de referencias sonoras asimiladas a través de la experiencia y también el aprendizaje sistematizado por su madre. No sólo debe registrar en su cerebro cada sonido, sino que también debe registrar su articulación visual, es decir, saber qué los produce y con qué intensidad.

Mientras uno yace en medio de la muestra, saturado de emisiones de significado, y aún enterandose tal vez leído en el propio catálogo, que todos estos sonidos tiene un sentido específico, se abren dos instancias de percepción, así como quien escucha a una persona hablar en una lengua extraña, aunque sabemos que nos quieren decir algo, sólo llegan hasta nuestro oídos abstracciones y garabatos bloqueados por nuestra propia imposibilidad de recepcionarlos, por nuestra propia ignorancia, dejando en evidencia la elite que representa todo conocimiento.